miércoles, 11 de mayo de 2011

Crónica de viaje

CHILOÉ, EL PAIS DE LOS HECHIZOS

“Érase un archipiélago poblado de innumerables islas deleitosas” (Alonso de Ercilla)

En el año 1834, Charles Darwin recorrió desarmado la isla de Chiloé. Casi ciento ochenta años después el poblador Eulogio Hueiquén, aún puede afirmar: “Aquí nadie entorpece, compañero, ustedes pueden recorrer nuestra isla sin temor. Gente buena aquí, gracias a Dios”.

Chiloé es como un país dentro del país chileno. La isla mayor es en extensión la segunda de América del Sur, después de Tierra del Fuego. La población ronda los ciento ochenta mil habitantes. Sus habitantes, llamados chilotes, se expandieron hacia el norte y hacia el sur y cruzaron a la Argentina. Descienden de los indios chonos, nómades y navegantes, El mestizaje con huiliches y mapuches hoy conforma la población de las islas. Chiloé lleva ese nombre por integración de las palabras Chile, gaviota”, y Hué, “lugar de”. Chiloé, el país de las gaviotas. Fue el último baluarte sudamericano donde flameó el pabellón de España., arriado sólo en 1826, ocho años después de la emancipación chilena.

Chiloé y su archipiélago se extienden hacia el continente. La costa occidental es abrupta y despoblada. En la parte central un Parque Nacional exhibe especies vegetales y animales, y un bosque pródigo de alerces, plantas y frutos de sabores exquisitos, contornea lagos de belleza indescriptible. Ciento cincuenta iglesias del siglo diecisiete, construidas en madera, joyas arquitectónicas inspiradas por jesuitas alemanes, se multiplican en los pueblos de la isla y su archipiélago. En la costa oriental, hermosísimos pueblos lucen casas techadas con tejuelas de la misma madera.

Ancud al norte y Castro en el centro, la capital, son las dos ciudades más importantes. En Quemchi, Dalcahue, Achao, Chonchi, Queilén o Quellón, conviven pescadores y campesinos, profesiones cardinales de la región, con prósperos comerciantes. Se cultiva la papa, original de estas islas. Carretas arrastradas por bueyes, aún hoy conviven con vehículos todo terreno conducidos por orgullosos chilotes de caras dulces y miradas serenas. Son campesinos que se desplazan de un fundo a otro trabajando con un gran sentido de solidaridad. . En las costas se multiplican las “salmoneras” y reservas para la cría de ostras, almejas, mejillones, y otros mariscos que Chile exporta. El progreso económico ha llegado a Chiloé.

El chilote vivió aislado, plasmando su cultura en cuatrocientos años de intercambio hispano-aborigen, Adoptó religiones europeas, mezcladas con ritos indígenas. El misterio de los canales y el peligro de la selva estimularon la imaginación chilota que aún nombra brujos y duendes como el Trauco, seductor de doncellas, la Pincoya, que no perdona marido; el buque fantasma Caleuche; el brujo Invuche; camahuetos, basiliscos y diversos personajes agoreros que pertenecen a la isla como la lluvia y el viento.

Se deja Chiloé anhelando el retorno. El mapuche Antonio Manquileo auténtico filósofo de la comunidad chilota, me dijo hace más de treinta años: “Dicen que otros pueblos fueron más civilizados que nosotros ¿Porque construyeron pirámides? ¿Porque descubrieron el oro? Las pirámides simbolizan ambición; el oro, codicia Y cuando nace una ciudad comienza a morir un río. Aun los pueblos más avanzados tuvieron esclavos. Los mapuches, en cambio, nunca abandonamos los valores que hoy reconoce y promueve la sociedad: la paz, la naturaleza, la vida familiar, la solidaridad entre hombres libres. ¿Quiénes tienen más derecho a llamarse civilizados?

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