lunes, 30 de mayo de 2011

LAS VUELTAS DE LA VIDA

– Vea Julieta las vueltas de mi vida. Ya me he cansado de contarlas. No, francamente, porque tenga vocación de hincarme en confesionarios, sino porque inspiro curiosidad y me preguntan. Sea por mi forma de vestir desaliñada y policromática, injuriada por las manchas inevitables que se alojan en mis corbatas y, en las camisas, en la zona inflamada por el abdomen; sea por mi rechazo a renovar mi calzado (uso desde hace treinta años los mismos zapatos marrones) de cuero de potranca, eso sí; sea porque me han visto acompañado por mujeres diversas , más bien jóvenes, todas; sea porque dicen de mí que no sólo soy raro, sino malvado. Pero no vaya usted a creerlo.

– Yo le acepté el convite, Tristán -¿lo llaman Tristón, verdad?- porque me gustó su manera de plantearlo. Los hombres son vuelteros, es como si jugaran a las bochas con las mujeres. Se arriman convencidos de que el más arrimado gana la partida. Usted se me tiró de aire, desparramó a los más próximos, me arrastró un trecho y se me quedo pegado. Ganó la partida.

– ¿Vió?

jueves, 19 de mayo de 2011

¡VOLARE, OH, OH!

¡VOLARE... OH, OH!

En la mesa familiar conversábamos con frecuencia sobre viajes en avión. A mis padres les apasionaba recorrer el mundo y, turistas empedernidos, lo conocieron muy bien. Sus anécdotas, contadas entre plato y plato, nos contagiaron el entusiasmo, pero los tres hermanos debimos esperar a ser mayores para volar por el mundo.

Mariela fue la primera que se lanzó. A los dieciocho años logró ingresar como azafata en Iberia y voló por más de diez años hasta que fue madre y la desembarcaron. Ahora sigue haciendo turismo y utiliza los aviones, con su esposo y su hijita, aprovechando los pasajes de cortesía que le otorga la empresa.

Gervasio se recibió de Ingeniero de Sistemas y la empresa que lo emplea lo manda de aquí para allá, para auditar sucursales en todo el mundo. Gervasio nos dice, en confidencia, que siempre dispone de dos o tres días por semana para conocer las ciudades que visita. Viaja en primera clase y se aloja en hoteles de cinco estrellas.

En cuanto a mí, tuve la fortuna de casarme con Zahira, hija de un Jeque árabe. Me costó renunciar a mi religión, con gran disgusto de mis padres, para hacerme musulmán. Pero Zaira es bella y la hija preferida del Jeque saudí, así que recorremos todo el mundo con el Lear Jet del papá, mientras yo me intereso en sus negocios y oficio de traductor. No fue en vano que estudiara tres idiomas: inglés, francés y alemán; más mi lengua materna, son recursos valiosísimos al servicio de mi suegro.

¡Cuántas veces he pensado en la influencia paterna lograda en aquellas mesas de nuestra infancia! Nuestros padres nos enviaron a buenos colegios, se preocuparon por nuestra formación ulterior, nos eligieron buenos maestros y, sobre todo, predicaron con su ejemplo. Pero la vocación de los tres hermanos no se gestó en las aulas, sino en el ámbito nada académico de la gastronomía hogareña.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Crónica de viaje

CHILOÉ, EL PAIS DE LOS HECHIZOS

“Érase un archipiélago poblado de innumerables islas deleitosas” (Alonso de Ercilla)

En el año 1834, Charles Darwin recorrió desarmado la isla de Chiloé. Casi ciento ochenta años después el poblador Eulogio Hueiquén, aún puede afirmar: “Aquí nadie entorpece, compañero, ustedes pueden recorrer nuestra isla sin temor. Gente buena aquí, gracias a Dios”.

Chiloé es como un país dentro del país chileno. La isla mayor es en extensión la segunda de América del Sur, después de Tierra del Fuego. La población ronda los ciento ochenta mil habitantes. Sus habitantes, llamados chilotes, se expandieron hacia el norte y hacia el sur y cruzaron a la Argentina. Descienden de los indios chonos, nómades y navegantes, El mestizaje con huiliches y mapuches hoy conforma la población de las islas. Chiloé lleva ese nombre por integración de las palabras Chile, gaviota”, y Hué, “lugar de”. Chiloé, el país de las gaviotas. Fue el último baluarte sudamericano donde flameó el pabellón de España., arriado sólo en 1826, ocho años después de la emancipación chilena.

Chiloé y su archipiélago se extienden hacia el continente. La costa occidental es abrupta y despoblada. En la parte central un Parque Nacional exhibe especies vegetales y animales, y un bosque pródigo de alerces, plantas y frutos de sabores exquisitos, contornea lagos de belleza indescriptible. Ciento cincuenta iglesias del siglo diecisiete, construidas en madera, joyas arquitectónicas inspiradas por jesuitas alemanes, se multiplican en los pueblos de la isla y su archipiélago. En la costa oriental, hermosísimos pueblos lucen casas techadas con tejuelas de la misma madera.

Ancud al norte y Castro en el centro, la capital, son las dos ciudades más importantes. En Quemchi, Dalcahue, Achao, Chonchi, Queilén o Quellón, conviven pescadores y campesinos, profesiones cardinales de la región, con prósperos comerciantes. Se cultiva la papa, original de estas islas. Carretas arrastradas por bueyes, aún hoy conviven con vehículos todo terreno conducidos por orgullosos chilotes de caras dulces y miradas serenas. Son campesinos que se desplazan de un fundo a otro trabajando con un gran sentido de solidaridad. . En las costas se multiplican las “salmoneras” y reservas para la cría de ostras, almejas, mejillones, y otros mariscos que Chile exporta. El progreso económico ha llegado a Chiloé.

El chilote vivió aislado, plasmando su cultura en cuatrocientos años de intercambio hispano-aborigen, Adoptó religiones europeas, mezcladas con ritos indígenas. El misterio de los canales y el peligro de la selva estimularon la imaginación chilota que aún nombra brujos y duendes como el Trauco, seductor de doncellas, la Pincoya, que no perdona marido; el buque fantasma Caleuche; el brujo Invuche; camahuetos, basiliscos y diversos personajes agoreros que pertenecen a la isla como la lluvia y el viento.

Se deja Chiloé anhelando el retorno. El mapuche Antonio Manquileo auténtico filósofo de la comunidad chilota, me dijo hace más de treinta años: “Dicen que otros pueblos fueron más civilizados que nosotros ¿Porque construyeron pirámides? ¿Porque descubrieron el oro? Las pirámides simbolizan ambición; el oro, codicia Y cuando nace una ciudad comienza a morir un río. Aun los pueblos más avanzados tuvieron esclavos. Los mapuches, en cambio, nunca abandonamos los valores que hoy reconoce y promueve la sociedad: la paz, la naturaleza, la vida familiar, la solidaridad entre hombres libres. ¿Quiénes tienen más derecho a llamarse civilizados?