domingo, 11 de abril de 2010

Fabuloso entremés sobre El Cuervo y El Zorro

Había una vez una granja de animales, y en esa granja una rebelión. Lucharon por el poder los animales de esa granja. Había muerto el Rey, un viejo León. Esa muerte desató ambiciones. Otros leones quisieron sucederlo. Los tigres ambicionaron ser Comandantes en Jefe del Ejército y los zorros, como siempre, pelearon por el cargo de Primer Ministro. Todos lucharon contra todos por una cuota del poder. Menos los pájaros que solo ambicionaban tener un gobierno justo y equitativo. Como en toda guerra hubo hambre. Los pájaros, la parte más débil y numerosa de la población de la granja designaron a uno de ellos para lograr el principal objetivo de los animales pobres: conseguir alimentos para no padecer hambre. Eligieron a un cuervo: pico largo para portar alimentos, alto vuelo para reconocerlos y color oscuro para no ser descubiertos por el enemigo en los vuelos nocturnos.

Los personajes de este cuento son dos: un Cuervo y un Zorro. La historia transcurre en la Granja de los Animales, en los tiempos de la Rebelión.

El Cuervo logró de inmediato la solidaridad de su especie para organizar el acopio de comida y guardarla a buen recaudo en la altura inaccesible de una montaña. Terminada la rebelión, distribuirían los alimentos de manera justa y equitativa entre todos los animales.

El Zorro también pensó en la futura hambruna, pero con fines menos nobles: "Mientras los demás pelean y se aniquilan entre ellos, yo juntaré alimentos para sobornar al nuevo Rey León. Le pediré que me designe Primer Ministro. Logrado ese objetivo tendré las llaves del Reino y así conquistaré más bienes y riquezas. Poco a poco captaré todo el poder. Rey León será mi súbdito y el pueblo animal estará mi servicio.

Cuando el nuevo Rey León fue coronado el Zorro pactó con él: Si tú me designas Primer Ministro, yo te daré los manjares más sabrosos y abundantes, por el resto de tus días. Tráeme lo prometido y te designaré en el cargo, respondió Rey León. El Zorro corrió hasta su guarida, sin perder un minuto. Cuando llegó la encontró vacía. Grandes bandadas de cuervos ensombrecían el cielo. Vio que en sus picos llevaban el alimento que había escondido para pagar el soborno. Gritó enfurecido, corrió en círculo en torno a la cueva, sus alaridos se expandieron por la selva.

El Cuervo oyó. Se apartó de la bandada, descendió, y guardando prudente distancia dialogó con el Zorro:

-Mejores destinos tendrán esos alimentos que los que tú habías previsto. Al pueblo lo que es del pueblo.

-Devuélveme lo que me has robado, o cuando sea Primer Ministro aniquilaré a todos los cuervos.

-Nada he robado. Tomamos lo que es nuestro. Comeremos los cuervos y todos los animales. Repartiremos con equidad y justicia.

-Todos los bienes de la Granja son del Rey y yo, Primer Ministro, los gestiono.

-Nuestros principios son otros. Eres astuto, nosotros inteligentes. Eres avaro, nosotros generosos. Codicias, acumulas. Nosotros distribuiremos: "A cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades".

Oído lo cual el Zorro entró en estado de desesperación, se golpeó la cabeza contra las piedras, sufrió convulsiones y murió.

Bien cierto es que la ambición mata al hombre. También a los zorros.
Rafael Beláustegui

miércoles, 20 de enero de 2010

Próximo libro


En febreo estará editado mi último libro: "El Abuelo de Mármol", Ediciones Deldrgón.